Durante el último año, la agenda de Alejandra Matus ha sido particularmente intensa. La periodista, escritora y profesora de la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales, autora de importantes investigaciones en materia de Derechos Humanos y el manejo de las instituciones en Chile, se ha convertido en una de las principales voces que han seguido y criticado el desarrollo de los acontecimientos tras el estallido social de 2019, los efectos de la crisis sanitaria global y la evolución del proceso para la redacción de una nueva Constitución. 

17 Marzo 2021

En ese complejo escenario, la visión de la académica es contundente a la hora de analizar la situación de las mujeres. Su evaluación es clara: las cuestiones de género representan un aspecto de máxima prioridad para el debate nacional y, de su debida atención, depende la profundización de la democracia chilena. En esta entrevista, Alejandra Matus comparte estas y otras impresiones sobre los desafíos que plantea el contexto sociopolítico para los feminismos durante 2021, qué es lo que se espera de la próxima discusión constitucional en materia de igualdad de género y qué papel juegan las universidades y los medios de comunicación.  

¿En qué lugar de prioridad se encuentra hoy la cuestión de género en Chile, en medio de la actual situación sociopolítica y la crisis sanitaria mundial?

Creo que las cuestiones de género han logrado mostrar- y desafortunadamente la pandemia lo ha evidenciado-que no se trata de algo abstracto, no es un problema intelectual. Es un problema que se manifiesta cotidianamente y que el género es una característica que agudiza y hace más extremos otros, como las diferencias de clase, de origen étnico u orientación sexual.  

Cuantas más características de aquellas que la sociedad castiga se reúnen, peor es la situación de una mujer o de una persona que nace mujer. Yo creo que esto se ha visto en la pandemia, por ejemplo en las mujeres que tienen hijos y que están solas o que tienen una pareja en casa, pero que la carga del trabajo doméstico y del cuidado -que ya estaba desequilibrado antes- se ha hecho más aguda porque han tenido que asumir los roles de educación y cuidado, sin la ayuda de la escuela u otras instituciones.  

Ha quedado súper evidente que el peso está extremadamente sobrecargado en las espalda de las mujeres y que en un punto se vuelve insoportable, se vuelve dañino para su salud mental y física. Por lo tanto, creo que la cuestión de género se ha puesto en evidencia y necesariamente en primer lugar, porque es urgente, porque es un tema de vida y desarrollo humano.  

¿Cuáles son los principales desafíos de los feminismos para este año, en un Chile sumergido en el debate sobre la nueva Constitución? 

Lo esencial del movimiento feminista en Chile ha sido acumular fuerza política. Históricamente, el feminismo estuvo muy aislado y marginado del debate público y las propias mujeres  -me incluyo- tuvimos temor de abrazar públicamente el feminismo como una cuestión política.  

Eso ya ha sucedido y ha sido gracias a los movimientos feministas y a su acción dentro de distintos tipos de orgánicas sociales y políticas que han permitido, por ejemplo, que la convención constitucional se haya declarado paritaria.

Los movimientos feministas necesitan continuar haciendo bien lo que están haciendo bien. Mantener esta fuerza colectiva, a pesar de los matices y diferencias que pueda haber, porque lo esencial se muestra en una sola voz y ha funcionado. Creo que el desafío es mantener esa fuerza.  

¿Y cuáles son los puntos más relevantes que deben estar presentes en el debate constituyente, en materia de igualdad de género y diversidad sexual? ¿Cuáles son los mínimos esperables que se plasmen en la nueva Constitución al respecto?

Me parece que el desafío general de la Convención Constitucional es convertir a Chile en un verdadero país democrático. ¿Qué significa esto? Que las ciudadanas y los ciudadanos se puedan expresar constantemente sobre los asuntos de interés público y no solamente a la hora de elegir personas para que ocupen cargos de autoridad.

En este sentido, las organizaciones de mujeres tendrán que estar permanentemente participando, elaborando políticas y siendo consultadas respecto de políticas que les atañen. Yo espero que ese sea el cambio fundamental de la Constitución: que el poder en Chile deje de estar concentrado en unos pocos y se distribuya en la sociedad. 

Si esto sucede así, todas las organizaciones y la institucionalidad del país debieran tener paridad. No hay ninguna razón, salvo las distorsiones del poder, para que las mujeres que representan la mitad de la población no representen la mitad de todos los cargos de autoridad y de poder de la sociedad chilena.

La última ola feminista chilena surgió desde las estudiantes universitarias, ¿Qué es lo que crees que se ha logrado hasta hoy y cuáles son las tareas pendientes de las universidades para responder las demandas levantadas por ellas?

Creo que las jóvenes universitarias y las jóvenes en general, porque las universitarias han estado tomadas de la mano de todas las jóvenes, lograron que otras mujeres que eran más reticentes a reconocer que ser mujeres les hacía la vida más difícil, se hayan dado cuenta y se hayan sumado a un movimiento que quiere cambiar el estado de las cosas. Mujeres que han estado relegadas a lo privado y doméstico y que no han podido desarrollarse más allá de ese ámbito, se han sumado a esta demanda y también a la filosofía feminista.  

Ese ha sido el gran logro de las jóvenes universitarias. Nos han desafiado a las mujeres mayores, como profesoras y lo digo en la Universidad Diego Portales concretamente, y nos han empujado a salir de esas zonas de confort que hemos encontrado, pero que no han solucionado el problema de todas. 

Lo que no han logrado las jóvenes universitarias es que las universidades tomen en serio el problema. Creo que dentro de las universidades -no todas al mismo nivel- se vive este microclima donde las cuestiones de género son cosas que hay que atender, pero desde un punto de vista de lo políticamente correcto. Se crean departamentos de género, se establecen protocolos, pero sin mucho entusiasmo, diría yo. Sin hacer lo que duele. 

Y lo que duele es que las mujeres estén en la toma de decisiones. No se trata solo de crear departamentos de género para hacer el checklist, sino que se trata de cambiar estructuralmente y eso ha sido más difícil, porque tiene que ver con problemas mayores que en Chile se relacionan a cómo se organiza el sistema universitario, cómo se distribuyen los recursos y cómo se eligen las autoridades. 

Desde tu experiencia en el periodismo, ¿Qué rol juega -o debería jugar- la prensa que permita avanzar en la respuesta a las demandas de los movimientos sociales sobre género y diversidad sexual?

El periodismo o las comunicaciones en general -porque aquí incluyo también las representaciones artísticas, las telenovelas, los matinales- han ido variando y modificando sus comportamientos éticos y profesionales. Respecto de las cuestiones de género y diversidad sexual, en lo que el periodismo debe avanzar es a considerarlas como los mínimos al respeto de los Derechos Humanos, son los mínimos éticos. No como una cuestión de activismo, que el periodismo mira desde fuera y trata la cuestión feminista como un asunto de interés particular de ciertas organizaciones. 

El periodismo tiene que asumir que la sociedad es mucho más diversa de lo que ha estado representada históricamente. Y esto en cuestiones tan simples como, si las mujeres son la mitad de la población, a la hora de buscar expertos y expertas para que hablen de determinados temas, las mujeres deberían representar por lo menos la mitad, sea del ámbito que sea. No solamente las áreas que han sido feminizadas, como la educación y la salud, sino que también en las áreas más constantemente masculinas, como economía, política, justicia, ciencia y pensamiento. 

Cuando tengamos la mitad de columnistas cada domingo hablando de política en la misma tribuna que los hombres, entonces recién vamos a estar en el punto base, que es reconocer que la mitad de la población nace mujer. Y eso tiene que manifestarse en los medios de comunicación para que sea ético y profesional, porque mantener la representación fundamentalmente masculina es una distorsión de la realidad.