11 Mayo 2021

La pandemia del COVID-19 ha generado una crisis sanitaria sin precedentes en todos los rincones del planeta. Durante los últimos 13 meses desde que se decretó esta emergencia global, las y los profesionales de la salud han sido protagonistas en la gestión de los recintos hospitalarios, el control de los contagios, la atención de las personas enfermas y la reducción de la mortalidad, todo esto en unas condiciones y recursos limitados. Si bien su rol ha sido transversalmente destacado por la población mundial, lo que el coronavirus ha develado es una situación que continúa siendo poco visible: las debilidades de nuestros sistemas de cuidados y cómo éstos afectan de forma más grave y desigual a las mujeres.

Dennisse Brito Placencia, enfermera y profesora de la Facultad de Salud y Odontología de la Universidad Diego Portales, ha seguido con preocupación cómo estas desigualdades han afectado principalmente a las profesionales de la enfermería, quienes en su mayoría son mujeres. Son ellas quienes, muchas veces alejadas del foco de los medios en hospitales y las camas de las UCI, han puesto en práctica en centros de salud familiar el histórico rol que, a nivel epidemiológico, desempeñan para seguir casos, realizar notificaciones y gestionar la trazabilidad de la enfermedad. Todo esto en turnos que llegan a las 24 horas ininterrumpidas, lo que supone serios problemas de conciliación familiar.

“Salir de un turno para tener que dedicarte a conectarte y responder a las necesidades educativas de tus hijos que tienen que ser virtuales, a hacer acompañamiento y cuidar a los familiares que puedan estar enfermos, es algo completamente excesivo y que las enfermeras lo han mencionado. Están muy sobrecargadas y agotadas”, explica Dennisse.

Sumado a esto, está el miedo al contagio. La profesora Brito ha visto cómo muchas enfermeras han decidido separarse momentáneamente de sus familias para evitar los riesgos, lo que genera además una desprotección emocional que, sin embargo, no está siendo debidamente valorada. “Es sumamente complejo, sumamente valiente el poder estar en primera línea y, por otro lado, tener la sensación de no valoración por un sistema que sí aplaude a los héroes masculinos por su labor, cuando en su mayoría nuestro sistema sanitario está compuesto por mujeres”, explica.

Dennisse Brito cree que el origen de esta invisibilización, que no ha podido ser derrotada incluso en las condiciones excepcionales de una pandemia, radica en una estructural falta de reconocimiento al trabajo de las mujeres y, particularmente, a la falta de valor y prestigio social de las tareas de cuidados, las que son centrales en el ejercicio de la enfermería. “Esto no solo pasa en la sociedad, sino que las mismas autoridades muchas veces hacen comentarios de discriminación, de tipo sexista y en menoscabo de las enfermeras. Hoy en día todavía pasan estas cosas y tenemos que seguir trabajando para erradicarlas”, afirma.

De esta manera, y aunque el papel que desarrolla la enfermería es esencial en materias tan estratégicas como la administración y gestión sanitaria, la profesora Brito advierte que persisten jerarquías basadas en diferencias de género que permean la posición de diferentes profesionales de la salud. “Han salido algunas declaraciones muy penosas a la luz pública en las que se ha asociado el rol de la enfermera como de asistente del médico, cuando eso nunca ha sido así. La enfermería es una profesión completamente independiente, es una disciplina que se estudia en la universidad por cinco años o más, incluyendo posgrados y postítulos no solo asistenciales, sino que también de educación e investigación. Son aportes a la comunidad científica”, señala. No obstante, agrega Dennisse, todavía hay quienes llaman “a la enfermera para que sirvan café. Cosas que no corresponden para nada con la realidad y las capacidades de una profesional que es capaz de hacerse cargo -aunque lamentablemente en pocas oportunidades se puede ver- de las direcciones de ciertos servicios o de ciertos centros de salud”.

Estos prejuicios y estereotipos van funcionando como barreras que mantienen relaciones desiguales en el acceso a cargos directivos, a salarios más equitativos y otras condiciones que ponen en desventaja especialmente a las profesionales mujeres, quienes sin embargo son cruciales para el mantenimiento del sistema sanitario. Dennisse es tajante: “Claramente, estas jerarquías no son necesarias. Para el paciente, lo que realmente importa es que se resuelva su problema de salud y para ello se necesita un equipo transdisciplinario. Y tenemos que ir derribando las jerarquías con una demostración y el reconocimiento de las competencias y las capacidades que tienen todas y todos las/os profesionales y, especialmente, las enfermeras”.

Es por esta razón que la profesora Brito es parte del equipo gestor del Premio a la Enfermería de Excelencia, el que precisamente busca destacar y difundir el trabajo de las enfermeras a nivel nacional. “Nuestro rol con este premio es el de visibilizar a estas grandes enfermeras que están muchas veces en el ministerio, invisibles, nadie habla de ellas, pero están a cargo de las direcciones, de coordinaciones de hospitales, de centros de salud, que son parte de la academia y la investigación, son grandes aportes a la comunidad científica y que tienen todas las capacidades no solo de la administración, sino también del cuidado humanizado”, explica.

Esta última idea, la del cuidado humanizado, es una de las claves más importantes para superar las imposiciones de género en la enfermería. En base a su experiencia, Dennisse Brito está convencida que no se trata de una competencia inherente de las mujeres, sino que es una capacidad que pueden desarrollar todas las personas y que, por lo tanto, debe incentivarse en los hombres. Solo así se podrán ir fortaleciendo los sistemas de cuidados. “El hombre puede ser un excelente cuidador de sus hijos y de sus familias y puede hacerse cargo de la gestión del cuidado; lo vemos con nuestros estudiantes y nuestros egresados, nuestros enfermeros tienen todas las capacidades para poder brindar cuidados a las personas necesitadas, a los enfermos, a la población y la comunidad”, confirma.

Por eso Dennisse cree que es central que más hombres se interesen por la enfermería, como una carrera que les permitirá ser parte de una responsabilidad transversal. “Hay que invitar a los jóvenes a pensar justamente que el hacerse cargo de una persona, de cuidarla y ayudarla a pararse cuando se cae, significa algo humano, es una conducta humana. El cuidado físico y emocional siempre lo han asumido las mujeres, pensando que los hombres no tienen esas capacidades. Pero las tienen, cuando las trabajamos desde niños”, sostiene.

De esta manera, la profesora Brito ve a las enfermeras y enfermeros como parte de los procesos de cambio, por lo que formarse profesionalmente para ayudar a otras personas no pasa por diferencias de género. “A lo largo de la carrera las y los estudiantes se enamoran, porque al final nos hace reflexionar que la vida no es para siempre, que siempre podernos sentir mal y podemos enfermar, pero vamos a tener a alguien que no solo nos va a ayudar con medicamentos o un procedimiento, sino que desde todas las aristas emocionales, humanas y sensibles”, termina.