13 Septiembre 2023

Cada 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio como una forma de hacer conciencia de la necesidad de prevención y mayor atención en la salud mental de las personas. Si bien la ideación suicida es una realidad transversal, las investigaciones durante los últimos años han hecho palpable la necesidad de imprimir una perspectiva de género en este urgente problema de salud pública: las tendencias globales -las chilenas incluidas- indican que la tasa de suicidio en hombres es alarmantemente más alta que en mujeres.

Las razones detrás de esta realidad son diversas y las variables se intersectan en un fenómeno complejo que no conviene reducir; sin embargo, existe consenso científico que un modelo de masculinidad rígido y asentado en valores de exitismo, fuerza física y mental impacta de forma particularmente negativa en las capacidades que los hombres tienen para identificar crisis personales, pedir ayuda y prevenir un eventual suicidio.

Francisco Aguayo, doctor en psicología, académico de la Facultad de Psicología UDP y director de la Fundación CulturaSalud/EME, conversa con el Departamento de Género UDP sobre este fenómeno y comparte las conclusiones de su investigación centrada en las intersecciones de los mandatos de género en la gestión de la salud mental no solo por parte de los propios pacientes hombres, sino de los servicios de salud y personal sanitario.

 

De acuerdo a los últimos datos disponibles del Ministerio de Salud, la tasa de suicidio en hombres supera varias veces a la de mujeres. ¿Por qué el suicidio es tan recurrente en hombres en todos los tramos de edad?

Es un fenómeno global que el suicidio se dé con mucha mayor frecuencia en la población masculina. En la literatura científica esto se ha relacionado con varios motivos; si bien en temas como la depresión, la prevalencia es menor en hombres que en mujeres, se da la paradoja en el caso del suicidio, el que es desproporcionadamente mayor en la población masculina, representando 4 de cada 5 suicidios. Entre los motivos que se señalan, hay algunos que tienen que ver con la construcción de la masculinidad. Por ejemplo, en la elección del método: los hombres tienden a preferir aquellos mucho más letales.

Asimismo, se plantea que los hombres suelen no compartir sus problemas o su malestar con otras personas. Es decir, pueden vivir sus crisis en soledad y, de este modo, les cuesta pedir o buscar ayuda especializada. Algunas de las crisis que se relacionan con el suicidio tienen que ver a aquellas relacionadas con el desempleo, con las pérdidas de la pareja o problemas serios de salud física. O bien pérdidas relacionadas con la masculinidad como de poder, por ejemplo, o exclusión social.

Por último, es importante mencionar que hay grupos de hombres que presentan mayor vulnerabilidad frente al suicidio, como aquellos que representan formas de masculinidad que se han llamado subordinadas: aquellos hombres en posición de exclusión y que sufren, por ejemplo,  discriminación en razón de su orientación o expresión sexual. También aquellos hombres que han sufrido violencia en algún momento de su biografía, tienen mayor riesgo de depresión y suicidio, como es el caso de hombres que han sufrido abuso sexual o bullying en su infancia o adolescencia o también los que han sido testigos de violencia de género.

Se plantea también que, dado todos los cambios en las relaciones de género, muchos hombres se sienten amenazados y presentan lo que el investigador Luciano Fabbri llama una masculinidad incomodada; es decir que no logran adaptarse adecuadamente a un mundo con mayor igualdad de género y mujeres empoderadas. Estos procesos son vividos con mayores tensiones por hombres con una masculinidad más machista o bien con creencias más conservadoras o cercanas a la masculinidad hegemónica. Al respecto, necesitamos avanzar en construir masculinidades más igualitarias y más emocionales, con mayores prácticas de cuidado de los otros/as y de su propia salud mental.

Estas diferencias entre las tasas de suicidio entre hombres y mujeres parecen seguir una tendencia similar en diferentes países del mundo. ¿Cuáles son las razones detrás de este fenómeno? ¿Existen factores asociados a los mandatos de género que recaen en los hombres y los modelos de masculinidad imperantes?

Hoy en día contamos con evidencia que, en el caso de los procesos de depresión, a muchos hombres les cuesta en demasía identificar adecuadamente su malestar y reconocer los síntomas por los que están pasando. En consecuencia, tienen muchas dificultades para buscar ayuda. En este sentido, las nociones o valores de la masculinidad ha aportado muy negativamente a los procesos de suicidio. Estos valores se ven amenazados, como comentábamos, en situaciones como el desempleo o las pérdidas de la pareja o de salud física. Estos procesos suelen ser vividos por los hombres como pérdidas de poder o procesos en los que no logran cumplir con valores propios de la masculinidad, como mostrarse fuertes,  exitosos, competentes o en dominio de sí.

Por otra parte, entre los hombres existe mucho estigma sobre la salud mental, con los servicios de salud mental, con la búsqueda de ayuda en salud mental. De esta manera, muchos hombres asocian con vulnerabilidad o fragilidad el hecho de reconocer que están pasando por un problema de salud mental o bien con buscar ayuda en su red natural o en servicios de salud mental. Esto hace que muchos hombres lleven sus procesos en silencio, como se dice comúnmente “la procesión va por dentro”l. En el caso del suicidio, es muy importante que esto cambie porque cuando hay ideación de suicidio, los hombres necesitan acceder a asistencia especializada para que puedan ser apoyados en dispositivos psicológicos o psiquiátricos y salir adelante de esta sintomatología y enfrentar adecuadamente su crisis.

¿Cuál es la situación de los hombres en los tramos de edad de la vida universitaria? ¿Existen elementos particulares a considerar asociados con la ideación suicida?

El periodo universitario puede ser, por cierto, una etapa en la cual algunos estudiantes vean amenazada o fragilizada su salud mental. Esto puede ser por cuestiones diversas, como estrés académico, por crisis que estén viviendo en sus familias de origen, por crisis de pareja o crisis relacionadas con sus procesos de desarrollo personal o individuación, o bien por experiencias traumáticas.

Algunos grupos de universitarios presentan mayor vulnerabilidad; por ejemplo, aquellos que son parte de la diversidad sexual o que pertenecen a grupos indígenas o afrodescendientes. Es decir, temas como el racismo o el clasismo también son una amenaza.  Hay que agregar que el periodo de la pandemia fue un tiempo especialmente delicado para la salud mental de los jóvenes que vivieron mucha soledad y, en algunos casos, hasta rechazo familiar en el caso de la población de la diversidad sexual. Otros se vieron más expuestos a problemas familiares, por ejemplo, cuando había violencia doméstica en su familia.

De esta manera, para avanzar en tener contextos más amigables y seguros en cuanto a la salud mental, es importante que las universidades puedan tener dispositivos de apoyo y detección y que la población universitaria, tanto profesorado como estudiantes, estén más educadas/os en los temas de salud mental para identificar o interpretar adecuadamente los síntomas. Un estudiante que ve una caída en sus notas muestra una situación de alerta que el contexto universitario debería poder detectar; asimismo, si un estudiante deja de venir a clases, se aísla o no viene a dar sus pruebas o no entrega sus trabajos. Por otra parte, frente a la relevación de ideación de suicidio el contexto (compañeras/os, docentes) deberían ser capaz de poder activar una red de apoyo y una ruta de ayuda.

 

¿Se sabe cuáles son los diagnósticos clínicos más frecuentes en hombres con ideación suicida? ¿Existe alguna correlación entre ello y el impacto de las estructuras patriarcales que recaen sobre los hombres?

Sí, en efecto. En la literatura existente, algunos de los problemas de salud mental que se asocian con frecuencia a la ideación de suicidio son la depresión, la bipolaridad, el consumo problemático de alcohol o drogas y los trastornos de personalidad.

 

De acuerdo a tu investigación, los hombres que siguen las normas de género más rígidas están más expuestos a la depresión y al suicidio. ¿Qué nos puedes comentar sobre esta asociación y sus factores de riesgo, así como de qué manera puede tratarse?

Existe evidencia que muestra cómo los hombres que adhieren a normas rígidas de género, es decir, a normas machistas, son los que presentan mayor riesgo de sufrir depresión, ansiedad o procesos de suicidio. Esto se relaciona con una mayor sintonía con un discurso de masculinidad más rígida y con la dificultad de reconocer el malestar o de pedir ayuda, en caso de estar pasando por una crisis.

Una de las conclusiones es que debemos trabajar más con la población masculina en cuanto a la educación de sus emociones y en salud mental. Asimismo, se requiere disminuir el estigma que existe con la salud mental en general y con la búsqueda de ayuda.

 

Desde el punto de vista de la prevención, ¿Qué elementos deben tenerse en cuenta para articular intervenciones con perspectiva de género, atendiendo las particularidades de las masculinidades y sus mandatos (por ejemplo, la tendencia a no solicitar ayuda profesional en salud)?

Un primer aspecto necesario para poder trabajar la salud mental con la población masculina es poder educarla en esta materia y brindar más información en el caso de la depresión masculina. Esto pasa por disponer de datos acerca de cuáles son los síntomas de la depresión masculina y, sobre todo, en cuanto a cómo se pueden presentar algunas depresiones masculinas, es decir con síntomas atípicos o diferentes de aquellos que se describen en el catálogo para el diagnóstico. En algunas depresiones masculinas, la expresión primordial no es de desánimo, sino que más bien de irritabilidad, rabia, enojo o frustración. En otros casos, se ve muy deteriorada la autoestima.

Por cierto, es importante que existan más servicios disponibles y que haya claridad respecto a cuáles son los canales para acceder a ellos. Hay experiencias internacionales con las líneas telefónicas de ayuda para hombres que están en crisis, que son una experiencia muy interesante y que sería bueno replicar. Otro aspecto es poder disminuir lo que se llama las barreras para la búsqueda de ayuda, al entregarles más información sobre la salud mental en general y recalcar la importancia de pedir ayuda, particularmente cuando hay ideación de suicidio.

 

¿Qué cambios o transformaciones deben producirse en la atención psicológica y psiquiátrica para atender a la población masculina? ¿Qué buenas prácticas podrías señalar para la generación de competencias que puedan abarcar mejor la situación emocional y psicológica de los hombres?

En la literatura se describe que, en general, el sistema de salud y el personal sanitario no está adecuadamente entrenado para trabajar con hombres que están pasando por crisis o problemas de salud mental. En este sentido, se necesita avanzar para que los servicios de salud mental estén más sensibilizados y capacitados en la cultura masculina, por ejemplo, en comprender cómo se presentan algunas depresiones masculinas y cómo los hombres procesan o viven algunas crisis habituales en la vida universitaria, como la crisis académica, las de pareja, de salud, procesos traumáticos o la discriminación.

Algunas buenas prácticas son, por cierto, la capacitación y las campañas dirigidas al personal de salud, pero también específicamente a la población masculina para disminuir el estigma y las barreras de acceso a los sistemas, invertir más en mayores servicios y que sean de un costo accesible o gratuitos, contar con líneas telefónicas de ayuda y guías con orientaciones sobre cómo trabajar con la población. Algo importante aquí es que no se trata de victimizar a los hombres, sino que más bien se trata de entender que, si bien algunos problemas de salud mental son menos prevalentes en ellos que en las mujeres, es muy significativo el porcentaje de hombres que pasa por una depresión, pudiendo a llegar a uno de cada 10 hombres cada año.