Por Andrés Díaz, director de la Escuela de Ingeniería Industrial UDP.

23 Abril 2021

La ingeniería es una de las áreas críticas para el desarrollo de nuestra sociedad y el avance tecnológico. Las(os) ingenieras(os) han logrado cambiar completamente nuestro entorno y estilo de vida, incluso han definido la forma en que hoy en día nos comunicamos. Si consideramos el contexto sanitario actual, podremos darnos cuenta que muchas de las labores que hoy realizamos hubiesen sido imposibles un par de décadas atrás sin el avance logrado por esta disciplina. Gracias a la ingeniería, hoy podemos explorar áreas que antes solo existían en las mentes más osadas, tales como la nanotecnología, microelectrónica e impresión 3D, entre muchas otras. La ingeniería nos ha abierto las puertas hacia lo imposible. Esto se debe al esfuerzo y dedicación de muchas científicas y científicos, quienes dedican gran parte de sus vidas en entender y mejorar los diversos procesos que forman parte de nuestra interacción humana. Es aquí donde importantes mujeres han logrado transformar completamente sus disciplinas, recordándonos la verdadera esencia del trabajo, el desarrollo humano.

El mejor ejemplo de lo anterior puede ser encontrado en el admirable trabajo de Lillian Moller (1878 –1972). Además de ser reconocida como una de las fundadoras del campo de la ingeniería industrial, a Moller se le conocía como “la primera dama de la ingeniería”, “la madre de la ingeniería industrial”, “la madre de la ergoeconomía” y “la ingeniera más grande en el mundo”. Lillian Moller fue una de las primeras mujeres en obtener el grado de doctora. Fue también la primera integrante honoraria de la Sociedad de Ingeniería Industrial (1921). Y no solo esto, también fue psicóloga y madre de doce hijos(as).

La mayor contribución de Moller puede ser encontrada en el área de la organización industrial. Ella estaba convencida de que los seres humanos en la industria debían ser abordados con mucha sicología. En 1911, ya manifestaba su preocupación por los incentivos hacia el aumento en la eficiencia de diversos procesos industriales, sin considerar el costo que esto implicaba para las personas. Su interés era mantener a las personas felices y evitar comportamientos antagónicos. De acuerdo a uno de sus libros, el éxito de la gestión está en las personas, no en el trabajo.

Al recibir la medalla “Hoover” en 1966 por sus extraordinarios servicios como ingeniera a la humanidad, Moller fue reconocida por sus pares como “una ingeniera de renombre, respetada internacionalmente por sus contribuciones al estudio del movimiento y al reconocimiento del principio de que la gestión en ingeniería y las relaciones humanas están entrelazadas; valiente esposa y madre; destacada maestra, autora, conferencista y miembro de comités profesionales…”. Los esfuerzos de Moller contribuyeron, entre muchas otras cosas, a la modificación de entornos industriales y domésticos para personas con discapacidad, resultando en el pleno empleo de sus capacidades y la elevación de su autoestima [1].

A pesar del significativo aporte realizado por innumerables mujeres en ingeniería como lo demuestra la trayectoria de Lillian Moller, aún queda mucho por avanzar en términos de paridad de género en el mundo y en nuestro país. De acuerdo al estudio exploratorio de factores que influyen en la decisión de la mujer para estudiar ingeniería en Chile [2], entre el 2004 y 2014, la cantidad de mujeres en carreras de ingeniería solo aumentó desde un 20 a un 24%, porcentajes que no han variado significativamente a la fecha. Lo anterior dista mucho en lo que respecta a equidad de género, inclusión y participación de las mujeres, y nos plantea la pregunta de por qué un mayor número de mujeres no decide estudiar ingeniería. El estudio concluye que, en Chile, los factores determinantes para la elección de una carrera de ingeniería en las mujeres se encuentran, principalmente, durante la formación básica y media en áreas de ciencias y matemáticas.

Así, se hace latente la necesidad de avanzar hacia una educación no sexista en etapas tempranas de nuestra formación. El cautivar a un mayor número de mujeres para que opten por carreras que históricamente han sido elección mayoritaria de hombres es un desafío que debemos plantearnos como sociedad. Aquí, el rol y participación de la familia, colegios e instituciones de educación superior es fundamental, pues la pregunta del por qué las mujeres no deciden estudiar ciertas carreras, como es el caso de la ingeniería, aún persiste.

Referencias

Tietjen, J. S. (2020). Lillian Moller Gilbreth: an industrial engineering pioneer. In Women in Industrial and Systems Engineering (pp. 3-23). Springer, Cham.

Jiménez, C. A., Jones, E. A., & Vidal, C. L. (2019). Estudio Exploratorio de Factores que Influyen en la Decisión de la Mujer para Estudiar Ingeniería en Chile. Información tecnológica, 30(4), 209-216.