Durante los primeros días de diciembre, el Centro de DDHH UDP -dependiente de la Facultad de Derecho de la universidad- publicó su “Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile” para 2021. En él, se da cuenta del acceso, restricciones y vulneraciones en materia de garantías fundamentales que han afectado a las y los habitantes del país durante el último año, marcado por la incidencia de la pandemia y el proceso social y político que se inició en octubre de 2019.

9 Marzo 2022

En el período, el informe -que se elabora desde 2003- profundiza sobre las tareas pendientes en materia de DDHH en determinados colectivos y en base a diversidad interseccionalidades, entre las que el género juega un papel central. En el marco de la conmemoración del Día de los Derechos Humanos, Lidia Casas Becerra, directora del Centro de DDHH UDP, analiza en esta entrevista la situación de los derechos de las mujeres en el país, en medio de un proceso electoral decisivo.

Más violencia y menos prevención
La persistencia de los efectos de la pandemia global es uno de los puntos que más preocupan en relación con los derechos fundamentales de las mujeres en Chile. Lidia Casas comenta que el informe ha develado “un costo importante” que las mujeres han debido soportar en relación a la pérdida de empleo y la duplicación o triplicación de su jornada laboral, debido a que “el cuidado y el trabajo confluyeron en un solo espacio”. “En general, el levantamiento en el período mostró que la cantidad de horas que las mujeres disponían para distintas labores reproductivas fue mucho más alta que la de los varones”, afirma.

Las condiciones laborales de las mujeres también se han visto afectadas en aquellos empleos en el que el trabajo telemático no era una opción, como es el caso de las trabajadoras de casa particular. La abogada advierte sobre la situación especialmente precarizada de estas trabajadoras, las que todavía no se encuentran incorporadas en las reglas generales del Código del Trabajo.

La pandemia también ha significado más violencia contra las mujeres. “El confinamiento significó básicamente que las mujeres iban a estar con sus agresores y que tenían una menor movilidad y menos oportunidades de denunciar y pedir protección. Chile no fue y no es una excepción”, explica Casas.

Para la directora del Centro de DDHH UDP, la brecha entre las solicitudes de ayuda y la posibilidad de iniciar procesos en los tribunales está en la base de este fenómeno. Si bien el informe detectó un incremento de las llamadas telefónicas a los contactos de emergencia, como el 1455 o el Fono Familia de Carabineros, esto no vino acompañado de denuncias formales y el despliegue de procesos en la Justicia.

Los problemas, sin embargo, se presentaban también en la llamada de emergencia. Los datos recogidos por el Informe Anual muestran que los mecanismos de teleatención del Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género no dieron abasto, mostrando las debilidades del sistema de tercerización y las empresas que se hacen cargo de la asistencia telefónica.

Para Lidia Casas, esta situación se produce por una falta de competencias: “La empresa que tiene a cargo el servicio funciona como cualquier callcenter, sin contar con la especificidad necesaria para pensar en el tipo de asistencia que se requiere”. Esto ha tenido severas consecuencias, particularmente en el seguimiento de los casos de violencia y la aplicación de protocolos.

A la falta de capacitación de las operarias, Casas añade las deficiencias en su autocuidado. Las telefonistas se han visto expuestas a jornadas de 8 a 9 horas de atención de casos de gravedad extrema, lo que ha repercutido en su salud mental y las condiciones laborales.

 

Los tribunales hicieron todo esto a través de sistemas digitales, lo que pone de manifiesto la brecha digital. Finalmente, los tribunales se ralentizaron, lo que se suma a una menor confianza en el sistema de justicia en general y la falta de un acceso seguro para este tipo de dispositivos

Para la directora del Centro de DDHH UDP, la brecha entre las solicitudes de ayuda y la posibilidad de iniciar procesos en los tribunales está en la base de este fenómeno. Si bien el informe detectó un incremento de las llamadas telefónicas a los contactos de emergencia, como el 1455 o el Fono Familia de Carabineros, esto no vino acompañado de denuncias formales y el despliegue de procesos en la Justicia.

“Los tribunales hicieron todo esto a través de sistemas digitales, lo que pone de manifiesto la brecha digital. Finalmente, los tribunales se ralentizaron, lo que se suma a una menor confianza en el sistema de justicia en general y la falta de un acceso seguro para este tipo de dispositivos”, dice Casas.

Los problemas, sin embargo, se presentaban también en la llamada de emergencia. Los datos recogidos por el Informe Anual muestran que los mecanismos de teleatención del Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género no dieron abasto, mostrando las debilidades del sistema de tercerización y las empresas que se hacen cargo de la asistencia telefónica.

Para Lidia Casas, esta situación se produce por una falta de competencias: “La empresa que tiene a cargo el servicio funciona como cualquier callcenter, sin contar con la especificidad necesaria para pensar en el tipo de asistencia que se requiere”. Esto ha tenido severas consecuencias, particularmente en el seguimiento de los casos de violencia y la aplicación de protocolos.

A la falta de capacitación de las operarias, Casas añade las deficiencias en su autocuidado. Las telefonistas se han visto expuestas a jornadas de 8 a 9 horas de atención de casos de gravedad extrema, lo que ha repercutido en su salud mental y las condiciones laborales.

Derechos sexuales y reproductivos restringidos
La pandemia también repercutió en la garantía de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en Chile. Lidia Casas apunta con preocupación el descenso de la atención de niñas y mujeres al acceso al aborto bajo la tercera causal, la de violación. “En el caso de las adolescentes, no tuvieron acceso a la escuela, que es un lugar donde se develan situaciones de embarazos producto de violación, y en general el cierre parcial de la atención primaria redujo la capacidad de aquellas mujeres o niñas afectadas de poder acceder a un aborto bajo la tercera causal”, específica.

De esta manera, sigue Casas, en Chile “tenemos más violencia, pero también menos abortos”. Para la abogada, esto está relacionado con el confinamiento, pero también con el funcionamiento de los sistemas públicos y la falta de campañas específicas. “Lo que estamos diciendo es que, desde la entrada del gobierno del presidente Piñera, no ha habido ningún tipo de esfuerzo para informar a la población de la existencia de una ley de tres causales y de capacitación específica para los equipos. Por lo tanto, la ley existe, pero no se usa”, afirma.

En el informe para 2021, Lidia Casas y el equipo del Centro de DDHH UDP muestran con preocupación que uno de los aspectos más sensibles en el acceso al aborto ha sido el de la objeción de conciencia, especialmente bajo la causal de riesgo vital de la mujer gestante. Esto “devela que, en condiciones legales, hay un grupo importante de personas que no están dispuestas a salvar la vida de una mujer en caso de riesgo vital. Alguien que tiene supuestamente la convicción de ayudar al otro y estar disponible, está más dispuesto a proteger la vida en gestación que la de una mujer con un proyecto vital, con hijos, con familia, con un futuro”, acota.

 

https://youtu.be/BZuE6Q-RGus

 

Derechos Humanos y el futuro de Chile
Lidia Casas es contundente: la decisión que el pueblo de Chile tome en la segunda vuelta presidencial del 19 de diciembre definirá lo que, en un año más, el equipo del Centro de DDHH UDP escriba en su informe para 2022.

“Creo que estamos en un momento histórico, porque una de las candidaturas claramente ha señalado cosas que representan un gran retroceso para los Derechos Humanos. Que alguien señale que hay que eliminar el Instituto Nacional de Derechos Humanos, cuya existencia responde a una obligación internacional suscrita por Chile en diferentes tratados, o el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género constituye una señal clara hacia dónde va”, señala.

En ese sentido, el gran desafío es que las/os votantes comprendan que todo programa político va acompañado de una posición cultural. “Hay gente que puede estar votando por un determinado candidato en base a un programa económico, que da ciertas certezas y seguridades de lo que podría ser el desarrollo económico de un país. Pero ese programa económico va asociado a un programa cultural, que no solamente desatiende el desarrollo hacia mayores reconocimientos de libertades, de derechos para un montón de personas, sino que se traduce en retrocesos y constituye un peligro para la protección de los DDH en el país”, explica Casas.

En este escenario, Casas invita a no perder de vista las complejidades estructurales que se levantan en la tarea de promoción y garantía de los Derechos Humanos y que son independientes de uno u otro candidato; los problemas de derechos laborales, de medioambiente y de educación son, a juicio de la abogada, prioridades que marcarán el camino, en medio de un proceso constituyente.

“Tenemos que mirar todo en términos muchos más amplios. Este país está acostumbrado a que la ley responda a esos cambios, pero una nueva Constitución va a exigir un proceso largo de adecuaciones legales, de miradas programáticas, de política pública”, concluye.

Si quieres acceder al Informe de Derechos Humanos 2021

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