11 Mayo 2021

Cuando a Óscar Florez Suárez, académico de la Facultad de Salud y Odontología de la Universidad Diego Portales, le propusieron estudiar enfermería, se negó rotundamente. No se trataba de una falta de sintonía con el campo de la salud humana, dado que lo conocía muy bien desde siempre: su madre es técnica en enfermería y su padre trabaja, hasta hoy, como farmaceuta. Fue precisamente él la primera persona que le instó a considerar a la enfermería dentro de sus opciones, pero Óscar se veía formándose en otra profesión. Una que, en ese momento, él podía considerar más interesante. “Es más, literalmente yo dije ‘lo último que yo voy a estudiar en mi vida va a ser enfermería’. Y mírame, aquí estoy”, recuerda.

No fue hasta que, en un curso de inglés, conoció a una enfermera que le empezó a mostrar un poco el quehacer y el rol de la carrera cuando se abrió a cambiar de opinión. Ingresó a la universidad que su amiga le había recomendado y se matriculó en enfermería, todavía con algunas dudas. “Sería mentiroso decir que entré conociendo la carrera y enamorado de ella; me enamoré en el transcurso de la carrera”, dice.

Fue precisamente en ese transcurso de conocer lo que estaba estudiando, lo que involucra ser un profesional de la enfermería, en el que se hizo consciente de los prejuicios con los que cargaba. Se dio cuenta que consideraba que la enfermería era una carrera solo para mujeres y que ese pensamiento se basaba en un estereotipo de género, pero también por una ignorancia que estaba superando. Así, pasó de ser parte del prejuicio a tratar de combatirlo, incluso dentro de su familia.

“Mi familia identifica la enfermería como una profesión de ayuda y cooperación, no la categoriza como una profesión principal, también por desconocimiento. Entonces, existían siempre esas dudas y preguntas de ‘Bueno, ¿entonces tú vas a estudiar enfermería y después vas a estudiar medicina?’ o ‘¿Por qué no estudiaste mejor medicina u otra carrera?’. Yo soy el primer enfermero dentro de mi familia y eso también era algo extraño, era comenzar a mostrar un mundo nuevo para todos”, comenta.

Pero la novedad no se quedaba en casa. También la compartía Óscar con sus otros 8 compañeros hombres y las otras 89 compañeras mujeres de su generación, además de docentes que, en esos años, estaban poco acostumbradas a integrar hombres en la formación.

Esta suerte de excepcionalidad también se la encontró en sus primeros trabajos. Los mandatos y expectativas de género han estado tan fuertemente arraigados en el ejercicio de la enfermería que, incluso, Óscar se encontraba con dificultades para ser denominado como enfermero. “He tenido la oportunidad de conocer la profesión en otros países, donde es poco común que un hombre estudie enfermería. Yo hice el internado en otro país y en ese lugar no hablan de enfermeras y enfermeros, sino que de licenciadas. Te voy a decir que durante mi período de internado, no me pudieron decir licenciado, porque era muy raro decirle a un hombre así si la enfermería era vista bajo el parámetro femenino. Siempre me trataron como el interno Óscar”, cuenta.

En el quehacer cotidiano sucedía algo parecido. Sus colegas, principalmente mujeres, tenían dudas de si un hombre pudiera estar a la altura de la tarea de los cuidados. Para Óscar, ese continúa siendo el gran problema: persistir en la creencia que los cuidados son una cosa de mujeres y que, por lo tanto, profesiones como la enfermería deben ser ejercidas solo por ellas.

“Eso es algo que debe ir cambiando culturalmente. Derribar la idea de que hay profesiones para mujeres y otras para hombres”, subraya. En el campo de la salud, esta tarea parece ir por buen camino, aunque Óscar cree que falta un largo trecho por recorrer. “En Chile, el porcentaje de hombres es de alrededor del 12% en relación a la totalidad de profesionales de enfermería; seguimos siendo una minoría dentro de ese porcentaje total. Posiblemente, dentro de algún momento, lleguemos a verla como una profesión mixta, en la que nos desarrollamos independientemente de nuestro sexo”, espera.

¿Y qué falta para llegar a esa equidad? En opinión del profesor Florez, lo que se precisa es dar a conocer la profesión de enfermería, visibilizando a quienes la encarnan para erradicar prejuicios de género. “Comenzar a desmitificar que enfermeras y enfermeros solo estamos en los hospitales o que el enfermero solo participa en la profesión porque es más fuerte. Hay algunos cargos que están asociados a hombres principalmente por la fuerza, pero eso también es mito”, recalca.

Desde este conocimiento, el mismo que le permitió a Óscar superar sus propios prejuicios, también se logra entender que los cuidados son tareas esenciales para el desarrollo humano y, como tales, deben ser responsabilidad del conjunto de la sociedad. Óscar concuerda con otras y otros colegas en que la crisis de la COVID-19 ha agudizado la desigualdad de género en torno a la tarea de cuidar y que son las mujeres profesionales de la salud, que representan cerca del 90% de las y los trabajadores en este campo, las que se llevan la peor parte. Por eso, en la misión de avanzar en reconocimiento e igualdad, para Óscar la cuestión más importante pasa por eliminar los estereotipos dentro de cada hogar: “Hay un mito que tenemos que comenzar a ir eliminando: que la mujer sea la única proveedora de cuidados y que el hombre sea el único proveedor económico. Creo que ese es un estereotipo que se tiene que ir eliminando en el concepto de familia”.

En ese sentido, que más hombres sientan vocación y se involucren en el estudio de la enfermería se transforma en un paso decisivo, porque se trata de una profesión esencial para el bienestar de las personas.. Por eso, su consejo para los que vienen es no quedarse en el rechazo que él mismo experimentó antes de entrar a la carrera. “Darse la oportunidad de conocer, de investigar e ir viendo si uno se proyecta allí. Eso es lo más importante. Estudiar una carrera de salud genera una gratificación personal muy importante, porque estás influyendo en la vida de otras personas. Independientemente de que llegue grave o que atiendas en un colegio o en una empresa, estás interviniendo en la vida de otras personas”, concluye.