21 Abril 2021

Francisca Carrasco, Paulina González y Karina Véliz han tenido que enfrentar y superar diferentes obstáculos, barreras de entrada, prejuicios y discriminaciones para consolidar sus objetivos profesionales: convertirse en ingenieras y científicas. Hoy, en el Día Internacional de las Niñas en las TIC, estas tres mujeres -como estudiante, egresada y profesora de la Universidad Diego Portales- comparten sus testimonios para visibilizar historias de perseverancia, luchas contracorriente y de profunda transformación que otras tantas han vivido en la misión de insertarse y desarrollarse profesionalmente en un campo, como el de la informática y otras ingenierías, históricamente dominado por hombres.

Estudiar y combatir el sexismo en el aula

Francisca Carrasco está terminando sus estudios de ingeniería en informática y telecomunicaciones en la Universidad Diego Portales. Una carrera que nunca se le pasó por la mente como opción cuando le tocó decidir sobre su futuro profesional. “Yo era de estudiar odontología, fonoaudiología u otra carrera así, porque en el colegio me formaron para estudiar eso”, cuenta.

De hecho, así habría sido de no ser por dos cuestiones clave que sucedieron por esos días. La primera fue la influencia de sus tíos, que son ingenieros informáticos. “Di la PSU dos veces; la primera quedé en fonoaudiología, pero mi tía me dijo ‘No, Fran. Tómate un año. Ve si esto es realmente lo que tú quieres’”, recuerda Francisca. Y eso fue lo que hizo. Se tomó un tiempo durante el cual sucedió lo otro: entró en un preuniversitario que, a diferencia de lo que había mostrado el colegio respecto a su vocación profesional, le hizo ver otros talentos y le abrió las posibilidades. “Ahí me di cuenta que mis fortalezas son las matemáticas; el preu me ayudó a ver en que en esto realmente soy buena y a esto me podría dedicar”, reflexiona.

Los tíos de Francisca le animaron a seguir esa nueva ruta, que ya había comenzado a explorar en los electivos de matemáticas que había tomado en el colegio, pero que recién ahora estaba considerando en serio. Se inscribió en el plan común de ingeniería de la UDP y, durante el primer año, tuvo un ramo de programación. Francisca se dio cuenta que se le daba fácil y eligió seguir el camino de la informática.

Esta decisión no era común entre otras mujeres que entraban en la universidad. Francisca recuerda que, en su generación, ingresaron 3 o 5 mujeres de un total de más o menos 150 0 200 estudiantes. Una situación que, de acuerdo a lo indagado por Francisca, es una tendencia general y que ha cambiado poco con los años: “estuve investigando y solo el 5% de las personas que están en TI (Tecnologías de la Información) son mujeres. Y ese número va bajando y es impresionante”.

En un entorno así de masculinizado, era de esperar que Francisca y sus compañeras se enfrentaran a obstáculos. Más que cuestionamientos a sus habilidades para convertirse en ingeniera, Francisca ha debido encarar en primer lugar a la indiferencia. “Al inicio es que nadie se quería juntar conmigo, porque era yo la única mujer en una sala de, no sé, 30 hombres. Y ahí estaba yo, sentada en una esquina pensando que nadie se quería juntar conmigo. No sé si pensaban que soy tonta, se me pasaron muchas cosas por la cabeza”, relata.

Luego, tuvo que convivir con los prejuicios y el sexismo expresado por compañeros y profesores. “Una vez un chico me pilló en un mal momento y me dijo ‘Ay, es porque estás con la regla’. Y también me ha pasado con profesores que, por tratar de hacerse los lindos con nosotras, empiezan a decir ‘Veamos cuántas chicas hay en el curso’. O que saquen a relucir que hay mujeres en el curso para que el resto se junten con ellas, porque son las que toman apuntes, son las que estudian”, destaca Francisca.

Para esta futura ingeniera en informática, estas situaciones develan la necesidad de avanzar en la igualdad de trato y en la erradicación de estereotipos de género: “Puedes hacer una clase sin comentarios sexistas, puedes hacer una clase solamente pasando una materia. Y entre compañeros, lo mismo: que nos traten como una persona más”, subraya. Mientras eso no cambie, el trabajo para las mujeres en estos contextos es doble porque, como enfatiza Francisca, “una en este medio tiene que hacerse valer y sacar la voz. Si una se queda callada, pasan por encima. Así que obligaba a tener que demostrar que no es pollo, que una sabe. Da lata, pero hay que hacerlo, hay que hacerse valer”.

¿Y de qué manera se puede superar estas barreras? Francisca cree que la estrategia más importante es la de la difusión. Que, desde pequeñas y pequeños, niñas y niños sepan que puedan estudiar lo que quieran. Y que, en el campo específico de las ingenierías, se pueda “recalcar que las mujeres hemos sido un aporte gigante”, indica. “La misma Ada Lovelace, que fue la primera en hacer como un tipo de calculadora o Joan Clarke, que descifró el Código Enigma durante la Segunda Guerra Mundial junto con Alan Turing (quien recibió todo el crédito). Personalmente, siento que lo que falta es dar información sobre que las mujeres también podemos estudiar esta carrera, que el ser mujeres no va a definir lo que podemos estudiar”, continúa.

Esta necesidad motivó a Francisca, antes de la pandemia, a idear un taller para impartir en colegios, especialmente de niñas, para acercar la tecnología, la programación, la robótica y los algoritmos como una opción más, tan válida y posible como cualquiera, para su formación posterior. “Si yo hubiera tenido esa opción de chica, de ver lo que se podía hacer, me hubiera ahorrado toda la crisis existencial que tuve eligiendo la carrera”, dice.

La idea piensa retomarla apenas las condiciones sanitarias lo permitan, porque para Francisca superar esa barrera del 5% constituye una misión personal. “Como mujeres hemos estado reprimidas a lo largo de los años y siento que ahora es el momento en el que decir ‘No, yo elijo lo que quiero’. Si a mí por tincada me dicen ‘quiero estudiar esto’, yo digo ‘adelante, estúdialo’. Que no por ser mujer, o ser del sexo que sea, alguien te detenga. Que nadie te detenga en lo que quieras estudiar. A mí me gustaría transmitir a las demás personas eso: que una tiene que hacer lo que quiere; si se manda una embarrada, OK, después se arregla. Pero no te quedaste con las ganas de intentarlo”, concluye.

Abriendo el camino a las mujeres en informática

Al igual que Francisca, para Paulina González, egresada de ingeniería en informática y telecomunicaciones de la Universidad Diego Portales, su elección de carrera no fue inmediata. Sabiendo que le gustaban las matemáticas, decidió ingresar a estudiar ingeniería civil industrial, pero con el transcurso del tiempo la malla curricular de la carrera de informática le llamó muchísimo la atención, sobre todo por los temas relacionados con bases de datos. Sin conocimientos o estudios previos de programación, Paulina se cambió a la carrera sin dudarlo dos veces.

Siendo la única mujer de su generación, enfrentó diversos obstáculos en sus años como estudiante universitaria. Los comentarios despectivos y dudas sobre su capacidad para ser exitosa en la carrera la acompañaron durante los años. “Desde el día que conocidos informáticos supieron que me cambiaba de industrial a informática me hicieron comentarios despectivos, cuestionando si sabía programar, porque para estar en esa carrera era la base. Recuerdo que la primera prueba que tuve de un ramo de carrera, corrieron a preguntarme qué nota me había sacado. Si obtenía mejores notas que el resto, los comentarios eran que seguro tenía alguna relación amorosa con el ayudante, lo que me causaba risa. Supieran todo lo que dedicaba a estudiar, porque efectivamente llegué en blanco a la carrera y necesitaba quizás un poco más de estudio sobre todo al comienzo”, detalla.

Durante los años, Paulina aprendió a no considerar los comentarios: “Yo continué y no me quedé pensando por qué ni nada, estaba enfocada en mi carrera, en avanzar y si alguien tenía un problema de ese tipo, creo que nunca le di lugar”. Un escenario que cambió radicalmente cuando egresó de la carrera: “después de egresada, debo decir que siempre me he sentido súper valorada tanto en entrevistas, por headhunters, en mi entorno laboral, mis compañeros y jefes. Hay una ventaja por ser mujer siendo informática, principalmente porque se piensa que tienen una visión diferente o son mejores en las áreas de gestión, lo que a mi parecer no es regla. Sin embargo, juega a favor”, comenta.

Ya como egresada y con siete años de experiencia en business intelligence y anaylitics y hace tres años dedicada al control de gestión, Paulina González reflexiona sobre el déficit de mujeres en áreas relacionadas con ciencias duras y matemáticas. “Yo creo que históricamente se han estigmatizado las carreras: ingeniería para hombres, matronas para mujeres, párvulo para mujeres, etcétera. Y seguimos esa línea sin cuestionarnos hasta hoy el por qué no incentivar la mixtura de géneros en todas las carreras. Al final creo que es el ‘miedo’ a las matemáticas o ramos de ese tipo”, dice.

Respecto a la importancia de contar con diversidad de pensamientos en sus equipos, González asegura que lo fundamental es contar con la visión de las personas que tengan el “conocimiento, experiencia y capacidades respecto al tema en cuestión, esto sin considerar si eres mujer, hombre, blanco, negro, heterosexual u homosexual”.

Conociendo los desafíos que se pueden enfrentar, Paulina González invita a estudiantes de enseñanza media a interesarse en las ingenierías y, específicamente, en informática y telecomunicaciones, la cual permite insertarse en muchas industrias. “La digitalización, los datos, hoy lo son todo y esta carrera de verdad te presta infinitas herramientas para enfrentar la vida laboral. Pasa mucho que hay gente que dice ‘Yo no uso nada de lo que pasé en la universidad’. Bueno, en esta carrera sí, sobre todo tus primeros años laborales. Eso es reconfortante porque al salir estás ansiosa de aplicar lo aprendido”, afirma.

Sobre lo masculinizada de la carrera, González cree que no hay que darle importancia y cambiar el paradigma. “Mi real consejo es que te tiene que dar lo mismo, cuando tú haces que no sea tema, el resto comienza a alinearse con eso. Si alguien tiene comentarios inapropiados, es gente que debes dejar pasar y no perder el foco en ti. Una mujer no es más ni menos que un hombre, un profesional bueno es más que un profesional malo”, acota.

Mujeres ingenieras, un talento valioso y necesario

El gusto por las ciencias naturales y las matemáticas ha estado siempre presente en la vida de Karina Véliz, académica de la Escuela de Ingeniería Industrial de la Universidad Diego Portales. Se trataba, como ella misma lo describe, de un “interés espontáneo”, desde niña, que se vio reforzado por el acompañamiento de sus profesoras y profesores durante la enseñanza media. Por eso, dice, sus estudios universitarios en el área fueron “una prolongación de estos fenómenos”, aunque con una dificultad adicional: formarse en ingeniería significaba introducirse en un espacio con una alta sobrerrepresentación masculina, tanto entre estudiantes como en el cuerpo docente.

“Recuerdo que en los años noventa, la incorporación de estudiantes mujeres en áreas de ingeniería y ciencias era menor a un 10%. En la especialidad de ingeniería electricista, en muchos cursos fui la única mujer en la sala. Junto con esto recuerdo haber tenido solamente a dos profesoras en los más de cincuenta cursos de la malla curricular y a no más de cuatro ayudantes mujeres”, cuenta. Karina notó cómo este desbalance era terreno fértil para prejuicios y estereotipos de género y también para situaciones de discriminación positiva, a los que hizo frente concentrándose en sus objetivos.

Así, conviviendo con todas estas limitaciones, egresó con distinción máxima y, desde allí, construyó una sólida carrera. Estudió un magister en energía y medioambiente y se doctoró en geografía en la Universidad de Boston, haciéndose un espacio en la docencia universitaria.

Hoy, como profesora, ha notado que, aunque a un ritmo más lento del que hubiera esperado, las cosas han ido a mejor respecto a la eliminación de sesgos de género y la presencia de las mujeres en la ingeniería. “Ha habido cierto aumento en la representatividad de mujeres en especializaciones de ciencia e ingeniería; la matrícula actual se encuentra entre un 20 y un 30% del total del estudiantado y además existe un aumento, aunque leve, de mujeres en la academia”, sostiene. Estos datos le permiten albergar cierta esperanza de que las generaciones futuras avancen en equidad de género, especialmente en aquellos espacios que aún generan desigualdades, como la brecha salarial, oportunidades de estudio y la reducción de la violencia machista.

Dentro del mundo académico, la profesora Véliz piensa que el mayor reto es, como en otros espacios laborales, el de los usos del tiempo y la conciliación, ambos combinados con las expectativas puestas en las mujeres en tanto que profesionales y encargadas de las tareas de cuidados. “Las mujeres constantemente caminamos por una línea delgada, invisible y a veces inconsistente entre el comportamiento que profesionalmente es esperado y el comportamiento que culturalmente se asocia al género femenino. Una mujer profesional asertiva, clara, determinada, proactiva y competente puede provocar miedo, inseguridad, displacer, desacreditación, cuestionamiento e incluso exclusión por parte de su entorno que, debido a sesgos culturales, la asocia de forma predeterminada con la poca capacidad de decisión, la sumisión y la pasividad”, apunta.

Es por esta razón que cree fundamental profundizar en la flexibilización del uso diversificado del tiempo y aumentar las representaciones imparciales de los roles de género con el fin de reducir los obstáculos que las mujeres enfrentan, por ejemplo, a la hora de proyectar su vida laboral. De otra manera, piensa Véliz, se están perpetuando sesgos socioculturales que “en la relación ocupación-género y comportamiento-género hacen que menos mujeres postulen a carreras en ciencia, tecnología, ingeniería y matemática”. Sesgos que, por lo demás, atañen al conjunto de las personas: “pensemos en el número de veces que hemos visto a una mujer manejando un tren del Metro, operando una grúa o siendo la presidenta de alguna nación. Pensemos ahora en el aún menor número de veces en que hemos visto a un hombre estudiando educación de párvulo, enfermería o ballet, expresando de manera abierta y clara sus emociones o desarrollándose plenamente como dueño de casa”, indica.

¿Cómo superar estas barreras? Para Karina Véliz, el proceso de transformación comienza en la primera infancia, cuando a niñas y niños se les puede educar respecto a sus preferencias por aprender y vincularse con diferentes profesiones. “El acercamiento a la ciencias naturales y matemáticas desde la indagación sensorial, la experimentación científica y el aprendizaje sistémico son las mejores maneras de fomentar el disfrute por estas áreas del conocimiento”, afirma. Y esto, continúa Véliz, es posible solo si se hace sin etiquetas, libre de estereotipos de género. “Está muy documentado en la literatura científica que estas habilidades dependen mayoritariamente del interés intrínseco por aprender, del apoyo que el ambiente le otorgue y de los modelos de rol que se dispongan. Medidas como implementación de ingreso prioritario de equidad de género, creación de amadrinamiento y apadrinamiento a nuevas generaciones de estudiantes, impulso de estudios de postgrado para mujeres, apoyo y fomento de permanencia de mujeres en la academia, implementación de departamentos de género en facultades de ciencia e ingeniería y capacitaciones obligatorias a toda la comunidad universitaria sobre temáticas de género con énfasis en nuevas masculinidades libres de violencia ayudan a incentivar un mayor número de matrícula de mujeres en estas áreas”, sostiene la profesora.

Estos desafíos representan una complejidad importante, pero esta experta en medio ambiente ve que sus beneficios son centrales para dar respuestas a un mundo cambiante y determinado por la crisis climática. Su diagnóstico es claro: la persistente mirada androcéntrica no da el ancho para la adaptabilidad y diversidad necesarias para hacer frente a este problema global. “Una baja representación de mujeres en el área de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas implica una alta pérdida de talento valioso para diseñar e implementar soluciones novedosas que ayuden a resolver las cada vez más sistémicas complejidades de nuestro planeta. Estas disciplinas tradicionalmente muy masculinizadas tienen una gran oportunidad de ampliar sus horizontes de aplicación en campos poco explorados hasta el momento. El acercamiento de las ciencias y la ingeniería, por ejemplo, a las ciencias del cuidado y de los hogares crea un puente interesante y humanizado hacia nuevas interseccionalidades”, subraya.

Con estos antecedentes sobre la mesa, la profesora Véliz concluye que no es posible pensar hoy en desarrollo sin la inclusión de las mujeres en todos y cada uno de los motores clave que lo hacen posible. La participación de las mujeres, en la ingeniería y en todas las ciencias, trae consigo más innovación y mayores niveles de compromiso sostenible a escala humana. Por eso, se trata de una necesidad de primer orden: “El rol del liderazgo femenino retoma aún más fuerzas dadas las necesidades presentes de avanzar en temas de equidad, redistribución y democracia y así lograr consensos alineados con las necesidades actuales de un mundo globalizado”, finaliza.